jueves, 10 de octubre de 2019

Amor flamenco


Amor flamenco
  Amor eterno. Así definieron a lo nuestro unos humanos que nos vieron. Yo la espero todas las tardes a la sombra de un árbol para reservarle el agua más fresquita.
  En mi pico le traigo sus algas preferidas y a veces, algunas diatomeas. Llegué a estar casi una hora sumergido eligiendo la mejor comida para mi amada.
  Aunque podemos volar, también  estamos capacitados para sumergir nuestra cabeza para alimentarnos. Cuando está por llegar,  con mi cuello dibujo un signo de interrogación y muevo suavemente la cola para darle brillo a las plumas. Por ella hago cualquier cosa.
   Hace años emigramos hacia otro lugar pero hacía frío y como buenos caribeños, amamos el calor, el ritmo, los colores, por algo somos rosados para dar alegría y ternura.
  Si tarda en llegar me apoyo sobre una pata y doblo la otra y luego cambio, así cuando viene estoy descansado y puedo darle todos los mimos que me pide.
  Nos amamos como dos flamencos porque eso somos. Una vez vinieron unos fotógrafos y nos retrataron y oí que uno decía: “ qué ejemplo para nosotros, sólo son flamencos pero mirá el amor que se tienen, un amor eterno! “
  Los dejo. Viene mi media naranja, perdón… mi media flamenca.

Shakespeare me mintió


Shakespeare me mintió

                                           En un minuto hay muchos días
                                                                William Shakespeare

  Vivimos de ilusiones y mentiras. Nos confunden y nos confundimos. Creemos que somos inmortales hasta que una piedra nos hace tropezar y tomamos conciencia de que somos seres con un principio y un final.
  Confundimos el tiempo y la espera nos hace creer que los minutos no pasan; cuando nos esperan, en cambio, imaginamos llegar corriendo.
  Y todo es relativo, no pensamos como el otro, no nos gustan las mismas cosas ¬dormimos cuando otros despiertan.
  Shakespeare divagó diciendo: “en un minuto hay muchos días”.  Ojalá que eso fuera cierto, así podríamos disfrutar varios días de ese minuto irrepetible en que vimos nacer a nuestros hijos; estiraríamos  la ilusión de creer que el ser que se está muriendo va a vivir muchos días más; gozaríamos de los pequeños instantes de felicidad extendiéndolos como si fueran un chicle extraído de la boca de un niño; dormiríamos
más mañanas en vez de levantarnos corriendo para ir a cumplir con nuestras obligaciones.
 Me mentiste William, en un minuto hay sesenta segundos; para tener varios días debo esperar pacientemente que las agujas del reloj den una vuelta y otra vuelta y otra vuelta.
¡Me mentiste William!


No la perdonó



No la perdonó
   La chica-mujer
grande fue a comprar los regalos navideños. Papá Noel la había nombrado su
secretaria y ella se sentía honrada por la responsabilidad.
   Estacionó el
auto, bajó, recorrió comercios, adquirió algunos obsequios; se detuvo a mirar
una vidriera y unas remeras ( de esas que ella usa) le gustaron. Entró al
local, averiguó el precio, dijo: “me llevo las dos” y cuando el comerciante iba
a cobrarle, la chica-mujer grande lo interrogó: “¿tenés mallas?”. “Sí, me queda
una del año pasado, este año no voy a traer porque no se justifica, la
temporada es corta y…” Mientras pensaba “a mí qué me importa la temporada”, la
chica-mujer grande preguntó: “¿me la puedo probar?”. Hacía años que no se
compraba una malla; tenía una cicatriz que no era para andar luciendo pero
ahora estaba más cicatrizada ( la cicatriz), entonces no importaba, además, al
que no le gustara que se jorabara.
  Corrió la cortina
del probador, entró, cerró la cortina. Se desvistió, se vistió la malla, se
miró en el espejo y sonrió: “justo lo que buscaba” pensó la chica-mujer grande.
Se desvistió la malla, se vistió, corrió la cortina y adelantó el pie derecho
para salir, siempre mirando al piso. El miedo a caerse hacía que conociera
todas las baldosas que pisaba; ese miedo la llevo a chocarse con alguien, sin
mirarlo dijo “perdón”. Alguien no contestó y la chica-mujer grande pensó: “
¡qué maleducado”, levantó la vista para ver a su “chocado” y unos ojos fríos,
unos brazos caídos al costado del cuerpo y un cuerpo rígido como el de un
…MANIQUÍ le dieron la respuesta.
                          
basado en un hecho real