jueves, 1 de octubre de 2015

CON HUMOR

  Caminaba sin rumbo, con sus tacos aguja, su cuello abrigado por un pañuelo de seda y debajo del tapado negro se asomaba una prenda de vestir muy suave.
  En su mente se agolpaba el pasado, el canario muy alegre que la despertaba cada mañana, sus cenas con salmón ahumado, sus días de frío, el olor a sopa de lentejas y el sabor a castañas asadas.
  No lo vio y casi chocan. El hombre del sombrero con un ramo de dalias en la mano sorprendió sus pensamientos. Lo miró y un ojo de vidrio del caballero la hizo sonreir.
  Se sintió otra vez viva, aún podías asombrarse y sonreir. ¿Cuánto hacía que sus labios no realizaban ese movimiento?
  El caballero se rió con ella. En la esquina, un auto con una llanta desinflada y un gato que dormía en el asiento del conductor, lo esperaba estacionado sobre una alcantarilla.

  El ojo artificial cayó en ella y el bromista riendo, subió al vehículo.

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