CON HUMOR
Caminaba sin rumbo, con sus
tacos aguja, su cuello abrigado por un pañuelo de seda y debajo del tapado
negro se asomaba una prenda de vestir muy suave.
En su mente se agolpaba el
pasado, el canario muy alegre que la despertaba cada mañana, sus cenas con
salmón ahumado, sus días de frío, el olor a sopa de lentejas y el sabor a castañas asadas.
No lo vio y casi chocan. El
hombre del sombrero con un ramo de dalias en la mano sorprendió sus
pensamientos. Lo miró y un ojo de vidrio del caballero la hizo sonreir.
Se sintió otra vez viva, aún
podías asombrarse y sonreir. ¿Cuánto hacía que sus labios no realizaban ese
movimiento?
El caballero se rió con ella.
En la esquina, un auto con una llanta desinflada y un gato que dormía en el
asiento del conductor, lo esperaba estacionado sobre una alcantarilla.
El ojo artificial cayó en ella
y el bromista riendo, subió al vehículo.
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