jueves, 1 de octubre de 2015

LEER VALE LA PENA

    Desde aquel David Cooperfield que me regaló sabiamente mi maestra de primer grado hasta el  Vivir sin miedo de hoy, cuántos libros sostenidos por mis manos desvelaron mis noches, cuántas historias ajenas quise vivir, cuántos personajes hice míos.
    Agradezco infinitamente al que me enseñó a leer: Bulldog –una marca de pintura- o San Manolo; este acercamiento a las letras me permitió y me permite crecer, soñar, vivir acompañada, aprender y aprehender.
    No sé lo que significa “estoy aburrida”, siento placer cuando leo y sufro cuando los lentes –mis amigos- me traicionan y debo descansar y esperar hasta el próximo capítulo.
    Leo palabras, gestos, sonidos, sicoanalizo a los personajes, anticipo problemáticas y situaciones, construyo sentidos. Soy testigo de lo que ocurre en los textos y me involucro en las historias. Trato de descifrar los enigmas, me sorprendo, siento miedo, hago un recreo y vuelvo a mi libro porque LEER VALE LA PENA.
                                                        FEBRERO 2008-06-20
*”David Cooperfield “de Charles Dickens
*”Vivir sin miedo” del Dr. Guillermo Suárez
*mi primera maestra la Srta. Noemí Fanduzzi
*el que me enseñó a leer, el Sr. Montivero.


CENIZAS

   Por suerte está el cantero, ahí puedo sentarme después de cenar y fumar lentamente el último cigarrillo del día.
   No necesito la sombra del árbol –que está creciendo- porque es de noche; de día no podría sentarme ahí porque el pobre parece de utilería pero ahora sí, si hasta me abanica con sus hojas.
  Miro el humo que sale del pucho, hace figuritas.¿Qué son? No importa, total…en seguida se esfuman.
  Ladra un perro. ¿Hay que sacar  la basura? No, es viernes.¡Qué bien estoy¡ Si existe la paz debe ser algo como esto.
  ¡Ay! Me quemé, menos mal que estoy con bermudas, si no la ceniza me hubiera quemado el pantalón. ¡Qué tonta!
  Bueno, te apago ¡hasta mañana!


CON HUMOR

  Caminaba sin rumbo, con sus tacos aguja, su cuello abrigado por un pañuelo de seda y debajo del tapado negro se asomaba una prenda de vestir muy suave.
  En su mente se agolpaba el pasado, el canario muy alegre que la despertaba cada mañana, sus cenas con salmón ahumado, sus días de frío, el olor a sopa de lentejas y el sabor a castañas asadas.
  No lo vio y casi chocan. El hombre del sombrero con un ramo de dalias en la mano sorprendió sus pensamientos. Lo miró y un ojo de vidrio del caballero la hizo sonreir.
  Se sintió otra vez viva, aún podías asombrarse y sonreir. ¿Cuánto hacía que sus labios no realizaban ese movimiento?
  El caballero se rió con ella. En la esquina, un auto con una llanta desinflada y un gato que dormía en el asiento del conductor, lo esperaba estacionado sobre una alcantarilla.

  El ojo artificial cayó en ella y el bromista riendo, subió al vehículo.

martes, 29 de septiembre de 2015

Espera
  Ya es tarde. Me acuesto pero ella no viene a buscarme.

Encandilado
   El sol lo encandila. Entrecierra los ojos y al abrirlos no ve.